Definimos una moneda electrónica como una cadena de firmas digitales (hashes). Cada propietario de la transacción firma su transacción utilizando la firma digital de la transacción anterior y la pasa al siguiente. El destinatario del pago completa la cadena de propiedad verificando las firmas. El problema aquí es que el destinatario del pago no puede verificar que ningún propietario de transacción anterior haya utilizado el dinero dos veces. Una solución común a este problema es tener una autoridad central (banco central, banco, etc.) que controle el gasto duplicado. Después de cada transacción, el dinero se devuelve a la autoridad central, desde donde la transacción se continúa con una nueva. Sin embargo, el problema con esta solución es que el destino de todas las transferencias de dinero depende de la autoridad central (o la empresa que la gestiona, o un banco).
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Definimos una moneda electrónica como una cadena de firmas digitales (hashes). Cada propietario de la transacción firma su transacción utilizando la firma digital de la transacción anterior y la pasa al siguiente. El destinatario del pago completa la cadena de propiedad verificando las firmas.
El problema aquí es que el destinatario del pago no puede verificar que ningún propietario de transacción anterior haya utilizado el dinero dos veces. Una solución común a este problema es tener una autoridad central (banco central, banco, etc.) que controle el gasto duplicado. Después de cada transacción, el dinero se devuelve a la autoridad central, desde donde la transacción se continúa con una nueva. Sin embargo, el problema con esta solución es que el destino de todas las transferencias de dinero depende de la autoridad central (o la empresa que la gestiona, o un banco).